El ruido se define como un sonido no deseado. De ahí que la contaminación acústica se refiera al grado excesivo y molesto de ruido en una zona determinada. Este fenómeno se mide mediante los decibelios. Por ejemplo un susurro tiene 20 dB, una oficina tranquila tiene 40 dB, una conversación normal tiene 60 dB. El nivel en el que empieza a ser incómodo para el oído es 80 dB.

La contaminación acústica se divide en dos categorías, natural y artificial. El ruido natural proviene del viento, la lluvia, las tormentas, los árboles, los pájaros, los animales. Mientras que el ruido artificial proviene de cosas hechas por el hombre, como el sonido de los motores, de la construcción, del tráfico, de altavoces y bocinas, entre otras fuentes ruidosas.

Esta forma se diferencia de otros tipos de contaminación debido a que tiene un radio de acción pequeño, no deja residuos ni se acumula en el medio ambiente y no se traslada hacia otras zonas. Pero contrario a lo que muchos piensas, la contaminación acústica sí tiene un efecto negativo sobre la salud humana. Por ejemplo puede causar estrés, malestar, insomnio, pérdida de la audición, conductas agresivas, falta de concentración, entre otras condiciones.

¿Te has preguntado si estás añadiendo a la contaminación acústica de tu entorno? ¿Escuchas el televisor tan fuerte que tus vecinos pueden oírlo?  ¿Escuchas música en casa o en el coche de forma tal que se escucha fuera de este? Si es así evita este tipo de conducta y anima a otros a que te imiten. El entorno y las demás personas a tu alrededor te lo agradecerán.